Los dentistas necesitan una formación adecuada, especialmente sobre cómo asesorar a los pacientes sobre el manejo del dolor.

Por Eva Rutherford

Apenas pasa un día sin un informe de noticias alarmante sobre los efectos devastadores del abuso de opiáceos. Al leer estos informes, una cosa es dolorosamente clara: sin un enfoque coordinado, que incluya a la comunidad dental, la adicción a los opioides seguirá aumentando, arruinando vidas y separando familias.

En octubre del año pasado, mediante una orden ejecutiva, el gobernador Jay Inslee dio un primer paso importante hacia un enfoque coordinado para abordar el problema de los opioides en nuestro estado. Su orden reunió a las principales organizaciones de salud, fuerzas del orden, gobiernos tribales y otros socios comunitarios. Quizás el resultado de esta orden con mayor impacto es cómo reunió a las comunidades médica y dental de nuestro estado.

No se puede enfatizar lo suficiente el importante papel que juegan los dentistas para ayudar a frenar la epidemia de opiáceos. Los dentistas escriben aproximadamente un tercio, el 31 por ciento, de las recetas de opioides para niños de 10 a 19 años. Esta etapa de la vida de un niño es fundamental para el desarrollo del cerebro y el establecimiento de comportamientos de afrontamiento. Los adolescentes que reciben recetas de opioides durante este tiempo tienen un 33 por ciento más de probabilidades de abusar o volverse adictos que aquellos que no las reciben. Como madre y dentista licenciada, estos datos son profundamente preocupantes.

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